Os presento a Brosio (por Ambrosio). Pues bien, Brosio es adicto al amor. ¿Y eso qué es? pensaréis muchos de vosotros, ¿os cuento y vamos viendo? Vamos allá.
Brosio solo está contento cuando le quieren como él quiere que le quieran (como la canción). Es tremendamente dependiente de sus seres queridos, pero sobre todo de su pareja (pero mucho, mucho) ¡hasta el punto de que cuando considera que no recibe suficiente atención, ya no le quieren… y la vida pierde el sentido! (otra canción… ).
A Brosio le pasa siempre, pero cuando tiene pareja es muy, pero que muy, exagerado, y por eso ahora no tiene perrita que le ladre…pero ha tenido y tendrá muchas. El problema de Brosio es que piensa que sin su concepto de amor no puede vivir (y digo su concepto, porque lo que él entiende por amor, es otra cosa), ni por supuesto ser feliz. Por eso cuando se pone en modo “amar”, al principio de la relación, se coloca en una posición sumisa y dependiente, se camufla en el otro, para no dar problemas ni motivos para que dejen de quererle, y deja de llamar a sus amigos, ya no sale con ellos, desaparece de todas las actividades familiares, y abandona todos sus intereses y hobbies.
Al principio todo va de fábula, la pareja de Brosio está encantada ¿quién no quiere a alguien a su entera disposición, que solo pide a cambio atención y que le digan que le quieren, que nunca lleva la contraria, que no discute, que renuncia a su mundo y entra de lleno en el nuestro? Pero a largo plazo ¿le funciona la estrategia a Brosio? No. No le funciona, porque cuando deja de ser él mismo para mimetizarse en las necesidades y en lo que quiere su pareja, si en ese momento la pareja (y ese momento siempre llega) necesita que le cuiden más que cuidar, o simplemente necesita un poco de espacio, o quiere compartir su tiempo también con otras personas o salir con Brosio y algunos amigos en vez de salir siempre los dos solos… Brosio sufre una transformación (digievoluciona más bien), y se convierte en alguien exigente que quiere más y más, provocando que se alejen de él.
Os explico. Cuando no recibe la atención que necesita, o su pareja es la que le demanda en ese momento que se ocupen de ella, o entran otras personas en su universo, Brosio cree que algo está fallando en la relación, porque la dosis de lo que considera amor, ese día no llega. Entonces Brosio “se viene abajo” (tiene el mono y entra en pánico) y piensa… ¿qué puedo hacer para recibir mi dosis de amor? La respuesta que le llega en ese momento es: llamar la atención. La estrategia le va bien al principio, pero poco a poco su pareja se va agobiando por tanto drama, y tanta dependencia, por eso poco a poco se va alejando. Cuando Brosio se da cuenta de que llamar la atención ya no le sirve, se siente perdido, deja de tener ganas de trabajar, de salir, de estudiar, de montar en bici, de hablar con sus hijos… contaminando con su desesperación todos los aspectos de su vida.
Y vosotros diréis… ¿por qué hace esto Brosio? Bien, en principio su adicción al amor, hace que Brosio no controle sus estados de ánimo, delega ese control en los demás a través de la atención que le prestan, por eso se siente fatal cuando no la tiene y se siente invencible cuando la consigue.
Para que os hagáis una idea, es un proceso casi idéntico a lo que le ocurre a las personas adictas a jugar en las tragaperras: cuando suena la música, introduces la moneda, ganas y te creces como Di Caprio en Titanic (¡… Soy el rey del mundo!), pero cuando suena la música, introduces la moneda y no toca, te conviertes en el Titanic después de conocer personalmente al iceberg (… ¡nos hundimos!). La ansiedad sube y se empieza a poner en práctica cualquier conducta que lleve a conseguir más dinero, sin pensar en sus consecuencias, como por ejemplo rebuscar en los bolsillos más monedas, pedirlas prestadas e incluso hacerse con el platillo de propinas de la mesa de al lado. ¡Pues bien! Las monedas son las estrategias que Brosio pone en marcha para obtener la atención de su pareja (ponerse enfermo, llamar o mandar mensajes constantemente mostrarse ofendido fácilmente, demandar señales de amor frecuentemente, o preguntar constantemente si le quieren, empezar a sospechar que le engañan, investigar el móvil ajeno, recelar de todas las personas que tengan alguna relación con su pareja …), y el premio es sentirse (y que le aseguren una y otra vez que lo está) protegido, único, especial, seguro, y cuidado por su pareja, consigue tener la certeza de que para la otra persona sólo existe él.
Brosio hace todo esto porque cree no puede sentirse bien por sí mismo, se siente incapaz de generar por sí solo estos sentimientos, y piensa que solo los sentirá y experimentará si su pareja se los proporciona. Nuestro amigo delega la responsabilidad de su amor, de sus estados de ánimo y de su autorespeto en el otro. En psicología decimos que hacer esto es tener el locus de control externo (tener externalizado el control de las cosas) por eso para Brosio sentirse protegido, cuidado, seguro, con autoestima… etc, es responsabilidad de los demás, nunca suya, depende de lo que hacen otros, y de lo que deciden darle.
Esta situación hace que Brosio sienta que se lo juega todo a cada momento, y que no controla sus emociones (claro, ha cedido su control emocional por eso se siente siempre en el filo de la navaja), y ese nivel de intensidad constante es agotador para él, pero también para su pareja. Brosio lo ve, y como resultado sufre mucho y lo pasa fatal.
La adicción al amor, como cualquier otra, no tiene límites, siempre necesitas aumentar la dosis. Por esa razón, antes o después las personas amadas huyen. Imaginaos, si a veces no podemos con nuestra vida… ¡cómo debe ser responsabilizarse de dos todo el tiempo!
¿Con esto estamos diciendo que el amor es malo, que querer nos quieran, o que nos hagan sentirnos bien, es malo? NO, por supuesto que no. Amar y sentirse amado es maravilloso, sensacional, único, necesario, exquisito, placentero, vivificante, gratificante y mucho más… pero sin mimetizarnos en la relación, sin renunciar a nuestra propia identidad, y sobre todo sin poner a nuestra pareja en la obligación de hacernos sentir SIEMPRE seguros, competentes, de fiar…, porque no creamos ser capaces de sentir todo eso por nosotros mismos.
Querido Brosio, cuando el refranero dice “la caridad empieza por uno mismo” tiene mucha razón. Tienes que quererte, conocerte y dedicarte tiempo, buscar las estrategias que te hacen sentirte seguro, competente, válido, y capaz, establecer tus límites como persona, saber que tienes una valía propia, lucharla y aumentarla, cuidar y conservar a tus amigos y familia, no renunciar a tus intereses y hobbies y después… quiere con toda el alma e intenta que te quieran igual. El amor de dos es la suma de cada persona por separado y de lo que son juntas.
Mira Brosio, de esta manera, si una relación te falla, sigues siendo tú, confiando en ti, teniendo esperanza, felicidad, nuevas ilusiones y capacidad de recuperación. Y si la relación sigue, sigue y sigue, será más, mucho, mucho más de lo que imaginas. Además Brosio, piensa que si se enamoraron de ti por cómo eras al principio ¿por qué dejar de serlo?
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Las Psicóloguis
Ana Saro