¿ME GUARDAS UN SECRETO? SSSSSHHHH, NO SE LO CUENTES A NADIE
Existen secretos de todo tipo, algunos te hacen sentirte más cerca del que te lo cuenta. Otros te hacen sentirte poderoso (la información es poder, ya sabes), los hay que dan gustillo (esa parte morbosa que todos llevamos dentro), y también están los que te hacen sentirte especial… pero existen ciertos secretos, aquellos que nunca, nunca, quisiste (ni debiste) saber, que te amargan la vida en cuanto te los cuentan. Este post trata de éstos últimos.
Imagina que estás en una terracita, al solete, con tu vinito y unas tapas que dan gusto con solo mirar ¡y no te digo nada si las pruebas! Es un momento perfecto (¡…y estamos tan agustitooooooo…!), por eso has quedado con tu amigo, para disfrutar de estos días calurosos que nos ha regalado este otoño (está claro que esto no ha pasado este fin de semana… ¡madre mía, qué frío hemos pasado!). De repente notas el silencio. A ese momento perfecto solo le falta conversación, y tu amigo, normalmente muy hablador, está callado y raro. Caes en la cuenta de que lleva así varios días, y es entonces, cuando el sentido de la amistad (y la curiosidad, “mardita” curiosidad), ¡hace que no pares de insistir hasta que le sonsacas!… ¡y el tío va y te lo cuenta! Todo empieza con la frase: ¿me guardas un secreto? pero… ¡No se lo cuentes a nadie!
Después de la conversación (en la que te lo has currado a base de bien para que deje de hacerlo, o para que lo arregle como sea), tu amigo poco a poco empieza a relajarse y a recuperar la sonrisa (contarlo le ha dado la vida). Pero en ti, el efecto es el contrario, (¿Quién me manda preguntar? ¿Por qué a mí? ¿Qué hago ahora con este marrón?), te vas tensando y tu sonrisa borrando (… y sin haberlo pensado, me ha salido un pareado). Puede que te contara que engaña a su mujer, tu amiga desde hace tanto o más tiempo que él y a la que quieres un montón, (¿y cuando me cuente lo cansado que está, todos los viajes que hace… qué cara pongo?). O puede que te cuente que ha vendido información sensible de su empresa (dónde tú le has metido), porque está pasando apuros económicos… cualquier cosa (aquí que cada uno piense en el secreto que nunca, nunca, ha querido saber). Desde ese momento (aparte de no tener ganas de vino y ya no te digo de tapas), comienzas a sentir un mal rollo… alucinante.
CONSECUENCIAS DE CONOCER EL SECRETO
Tus sentimientos hacia él… vamos, que estás en shock. Sientes que algo ha cambiado entre vosotros, no tanto por lo que te ha contado (que también), sino porque desde ese momento te sientes obligado a cubrirle. Te acabas de convertir en su cómplice si no lo cuentas, y en un traidor si lo haces (¡vaya papelón!).
El secreto te convierte en alguien menos empático (y simpático). Estás tan centrado en guardarlo (y que no se te note), que la tensión te impide mirar a tu alrededor y empatizar con los demás. Pero cuándo te fijas y les ves raros… ¡no se te ocurre preguntar ni loco! (fase: ¡no me lo puedo creer!)
Te sientes incómodo en presencia de cualquiera que tenga alguna relación con el secreto. Bien por la omisión de la información, bien porque en algún momento te has visto obligado a taparle. El caso es que te sientes nervioso, culpable, y lleno de remordimientos (y eso que no has hecho nada). Los demás te notan disperso y preguntan, (“mardita” curiosidad) y tú, o te muestras evasivo (y eso les estimula), o das demasiadas explicaciones (y eso les estimula más). Es decir, ¡tierra, trágame! ¡Dónde están los agujeros cuando se los necesita!
Tu salud se resiente. No digo que tus cefaleas o tus problemas de estómago sean por este secreto, pero sí que influye. Guardar un secreto tiene esas cosas, porque sin comerlo, ni beberlo, (ni disfrutarlo), este embolado te produce ansiedad y malhumor, y amigo mío, eso va directo a tu estómago o a tu dolor de cabeza.
Afecta a tu pensamiento. Cuánto más tiempo pase sin que nada cambie, tu conciencia protesta más. Por eso no paras de darle vueltas a la situación (que la mareas, vaya) y acabas algo estresadillo. El estrés a su vez te distrae, si tu cerebro está ocupado en «el asunto», no está a lo que debe y comete errores tontos que te frustran un montón… y vuelta a empezar.
COMO ELIMINAMOS EL MALESTAR
Evalúa el secreto. Ponlo en perspectiva: si es algo que solo afecta a tu amigo, si es algo grave (vital o penal), o si es algo que puede acabar rebotando en ti. Cada situación tiene una solución (sigue leyendo que te las doy).
Créeme, no es tu problema. Tú no eres el infiel, ni el estafador, ni tienes la visión total de algo que jamás hubieras conocido si ese día llamas a otro para el vino. ¿Por qué te vas a responsabilizar más que el protagonista? Si has decidido guardarlo ¿por qué lo vives en primera persona? Ni puedes, ni te dejan, ni consideras que dabas meterte. Actúa en consecuencia, ignóralo y cambia de tema (con sutileza) cuando surja algo relacionado con «eso» que nunca, nunca quisiste (ni debiste) saber.
Si es algo verdaderamente grave, intenta convencerle para que lo arregle en un tiempo determinado. Explícale lo que sientes, explícale que es algo que acabará sabiéndose (esas cosas siempre acaban saliendo a la luz) y que es mejor que él controle la situación a que le estalle. Explícale que lo que te ha contado, te ha puesto en una situación realmente incómoda de la que quieres salir cuanto antes. Es decir, sé sincero con respecto a lo que todo esto te está afectando.
Cuéntalo. En el caso de que el secreto no tenga que ver contigo, no sea peligroso, pero te incomode saberlo, cuéntaselo a tu perro o a tu cactus (sacarlo fuera te hará sentirte mejor), escríbelo en una web para personas con secretos (es alucinante, existen. Al escribir el post las he encontrado), escríbelo todo en una hoja de Word (con pelos y señales), pones a parir a tu amigo y la eliminas. ¡Pero no se lo cuentes a nadie conocido! No es asunto tuyo, ni de la siguiente “víctima potencial”. Con lo mal que lo has pasado tú ¿se lo vas a hacer a otro?
Si guardar esa clase de secreto te ha creado todo ese malestar, la próxima vez que te digan ¿me guardas un secreto? ¡No se lo cuentes a nadie! Di, ¡Espera! (te aguantas la “mardita” curiosidad). y preguntas sobre su naturaleza antes de saberlo, así podrás decidir (igual el siguiente secreto es de los molones).
Las Psicóloguis
Ana Saro Moncloa