POR QUÉ ES GUAY SER INTROVERTIDO (SIN PASARSE)
Yo no sé vosotros, pero a estas alturas me sigo recuperando de las Navidades. Pero no de las comilonas, (que también), si no de tanto beso, abrazo, chiste, hablar con gente, reír las gracias, aparentar interés, contar cosas interesantes, quedarme hasta las tantas (aunque solo sueñe con mi pijama y mi cama), salir y salir… (puedo seguir casi hasta el infinito y más allá).
Sé que esto no es políticamente correcto en la era de las redes sociales… pero tanta relación social en tan poco tiempo es muy cargante para algunas personas (entre las que me encuentro). Dejadme que me explique. Por un lado, vivimos en una sociedad hacia fuera, es como vivir en un escaparate de la Gran Vía de Madrid. Lo que hacemos, con quién, cuándo y dónde, lo que nos gusta, nuestro trabajo, nuestra vida personal… todo está a la vista. Por otro lado, esta exposición nos obliga a ser ingeniosos, guapos, delgados, divertidos, ocurrentes, poderosos y maravillosos 24 horas al día, 365 días al año (366 en años bisiestos). Y eso no es sano. Hay personas extrovertidas que lo llevan mejor e incluso lo disfrutan, porque necesitan vivir hacia fuera (bien por ellos), pero otros necesitamos momentos de silencio y de soledad, momentos propios donde ordenar la cabeza, tener ideas, leer, o hacer cualquier otra actividad en solitario (y la palabra clave es… momentos). El problema es que en estos tiempos que corren, lo que se premia y se valora es el estar siempre hacia fuera, y lo que se penaliza o se ve raro es querer espacios privados de tiempo. Esto nos pasa desde el colegio: los profesores no ven mal que un alumno quiera estar sin parar durante todos los recreos, pero llaman a los padres de aquel que prefiere leer tranquilamente al sol su libro de piratas, que está en la mejor parte. Es decir, pido que se valore el equilibrio. Ni es bueno que un niño siempre esté leyendo y no se relacione con sus compañeros, ni tampoco lo es que otro sea adicto a hacer cosas continuamente y que no sepa estar solo. De mayores nos pasa lo mismo, se valora mucho más el tiempo libre de alguien que no ha parado un solo segundo y se ha relacionado con mil personas, que el de quien ha decidido disfrutar de su casa y de la nueva temporada de Juego de Tronos.
Lo que quiero reivindicar en este post es que ambos extremos son malos : todos deberíamos disfrutar de momentos superestimulantes y rodeados de gente, pero también de la soledad y del silencio que nos ayuda a encontrarnos con nosotros mismos. Y ambos estados deberían ser respetados y disfrutados por todos, ya que cada uno tenderá a tener más de aquellos que les motiven, y eso será genial. Es más, por ejemplo en mi caso, para salir y darlo todo con mis amigas, o después de una semana muy estimulante, necesito equilibrar con estar tranquila al día siguiente. Y eso no quiere decir que no me guste socializar (me encanta), que no me guste salir (lo disfruto mucho), que no quiera viajar con otras personas (me divierte un montón)… eso quiere decir que a veces necesito alejarme de otras personas, quedarme en casa y viajar con un libro o una buena peli, o darme un superpaseo con mis perros mientras escucho música. Y el que me apetezca eso no quiere decir que esté triste, o que tenga problemas o que me pase algo… solo quiere decir que también me gusta mi compañía.
Por esa razón reivindico el valor de poder ser introvertid@ cuando lo necesite, sin tener que justificarme. Porque ser introvertido no es ser tímido (miedo a que te juzguen negativamente… a nadie le gusta, pero los introvertidos podemos vivir con ello), ni tener fobia social (ansiedad intensa y miedo ante las situaciones sociales), los introvertidos nos relacionamos con los demás divinamente. Simplemente, ser introvertido es necesitar momentos con poca estimulación ambiental y entornos tranquilos para recargar las pilas.
Es decir… ¡¡¡introvertidos del mundo… decid conmigo… ESPARTANOS… AUUUU AUUUU, SOMOS INTROVERTID@S!!!… y a mucha honra.
las Psicóloguis
Ana Saro