Aprender a poner límites es una necesidad vital que mejora nuestra salud mental. Cuando aprendemos a ponerlos, estamos utilizando la asertividad, la habilidad social para poder expresar opiniones y sentimientos, comunicar necesidades, y sí, aprender a poner límites con estas ventajas añadidas:
- Sin que la persona con la que hablas se ponga a la defensiva
- Sin que se produzca una discusión
- Sin que los derechos de ninguno de los dos se vulneren
Para que sea efectiva hay que saber elegir el momento y cuidar las formas. Y Para que funcione es importante llegar a acuerdos.
EN GENERAL, POR QUÉ ES IMPORTANTE DOMINAR EL ARTE DE LA ASERTIVIDAD PARA TU SALUD MENTAL
Ser asertivo tiene un montón de ventajas que mejoran tu salud mental. Si te sientes mejor, contigo mismo y con los demás, aumenta tu calidad de vida y la de tus relaciones
Una persona asertiva:
- Es capaz de comunicar sus necesidades sin tener miedo o sentirse mal por ello
- Aumenta su autoestima porque no se siente culpable por hablar, o por de no hacer cosas que no quiere
- Cuando transmite lo que necesita sabe elegir el momento adecuado y cuida las formas para que el mensaje no se distorsione y se acabe hablando de otras cosas
- Sabe decir NO, y sabe cómo decirlo sin herir al otro o sentirse mal por negarse a algo
- Sabe expresar sus límites con firmeza y amabilidad
- Busca llegar a acuerdos
EN PARTICULAR, POR QUÉ ES IMPORTANTE APRENDER A PONER LÍMITES PARA TU SALUD MENTAL
Mientras escuchas la canción «Que no, que no» de Rozalén, te voy contando porqué aprender a poner límites mejora tu salud mental. Los límites son las líneas que cada uno consideramos que debemos poner para dejar claro a las personas con las que nos relacionamos, en cualquier contexto, lo que está permitido y lo que no en la relación qué establecemos con ellos.
Es decir, los límites son las reglas que nos ponemos unos a otros para protegernos y respetarnos a nosotros mismos y a los demás y dejar claro lo que no queremos hacer, hasta donde queremos llegar en cualquier situación
Es importante aprender a poner límites porque
Tenemos necesidades. Si no las comunicamos, las personas con las que convivimos o trabajamos, no tienen por qué conocerlas, ni “caer” en ellas.
Comunicar nuestras necesidades aumenta nuestra autoestima y nuestro respeto por nosotros mismos.
Si sentimos la necesidad de poner un límite, es porque es importante para nosotros, para nuestro bienestar y equilibrio mental. Tenemos derecho a que nos respeten y lo comprendan, aunque no lo compartan.
Si no expresamos nuestros límites, la relación con esa persona se va deteriorando, porque cada vez que lo traspase nos frustraremos más, y nos sentiremos humillados o utilizados.
Al poner límites y aceptar los de los demás tendremos relaciones saludables con nuestro entorno
¿Y qué nos pasa cuando no los ponemos?
- Nos agotamos
- Nos estresamos
- Sentimos culpa y malestar por sentir que necesitamos algo que no somos capaces de pedir
- Nos sentimos inseguros
- Nos sentimos manipulados
- Nos baja la autoestima
Como puedes ver, una persona con baja autoestima, que se siente manipulada, insegura, con un gran sentimiento de culpa, estresada y agotada, no puede estar bien psicológicamente, ¿verdad? Probablemente, y como mínimo, padecerá de ansiedad y depresión. No puede dar su mejor versión y tener calidad de vida.
Por qué nos cuesta tanto poner límites
Poner límites nos cuesta la vida, porque tiene “mala prensa” en nuestra cabeza. Durante nuestro desarrollo hemos ido asimilando como verdades creencias irracionales que hemos dado por buenas al ver que nuestros familiares no ponían límites, o nos regañaban cuando los poníamos, o nos contaban “cuentos moralizantes” sobre lo malo que era poner límites.
Algunas de estas creencias son:
“Yo puedo con todo”: En este punto, sobre todo las mujeres. Madres, parejas, hermanas, hijas, amigas… perfectas que todo lo hacen bien. Parece que si pones límites estás “defectuosa”, esto no es nada real ni realista
“Si pido lo que quiero, me dejarán”:Pensamos que por comunicar nuestros límites van a dejar de querernos o de estar con nosotros, cuando es todo lo contrario. Si transmitimos nuestros límites, estamos transmitiendo que valoramos nuestras relaciones, y que queremos que funcionen. El resultado: relaciones saludables.
” Si pongo limites vamos a discutir”: La situación lleva así mucho tiempo y pensamos que no merece la pena cambiarla si vamos a tener que discutir, o nos da miedo el carácter del otro. La manera de poner límites no es a través del conflicto, todo lo contrario, es a través del diálogo sereno, eligiendo bien el momento y las formas a la hora de expresarlo. Si aún así, la otra persona entra en conflicto para no respetar tu límite, entonces tienes otro problema con esa persona, y no es ponerle límites.
“Yo tengo más tiempo, y puedo organizarme mejor” :Valoras tus necesidades como menos importantes que las de los otros.
“Todos cuentan conmigo”: Poner las necesidades de los demás por delante de las nuestras para que nos validen a través de hacernos imprescindibles, aunque eso nos agote psicológicamente.
Si pongo límites le voy a hacer daño”: Para nada, te habrán enseñado que poner límites hace daño a las otras personas, pero como puedes ver no es verdad. Poner y aceptar los límites te ayuda a tener relaciones de calidad con ellos, y también contigo mismo.
“No quiero caer mal”: Todo lo contrario, cuando eres capaz de poner límites, te estás valorando y estás haciendo que los demás te vean como alguien que se respeta y que tiene criterio, que se da un valor, por lo tanto te conviertes en alguien digno de respetar.
COMO APRENDER A PONER LÍMITES
Define tus límites
Lo primero es tener claro qué situaciones son para ti una línea roja, cuales son negociables y cuales te dan igual. Para saber esto, es conveniente hacer una lista de los límites que te gustaría poner en vida (laboral, familiar…) que no son negociables, y los que si. Si no los tienes claros, ve haciendo la lista durante unos días, te pongo ejemplo:
Cada vez que se dé una situación donde no pones límites, apúntala con una descripción de dónde estabas, con quién y qué ocurrió, por ejemplo,
Hace meses que había solicitado, y me la habían dado, la tarde libre del 3 de enero para poder asistir a una cita médica. Cuando estoy saliendo, mi jefe me dice que no puedo irme.
Después escribe qué hiciste, y qué dijiste
Le dije que por supuesto, que me quedaba.
Luego escribe las sensaciones y lo que pensaste en ese momento y después (al revivir la escena)
Me sentí ninguneada, frágil, poco valorada, poco respetada. Me estresé mucho, empezó a dolerme el estómago.
Ahora escribe que te hubiera gustado poder decir
La verdad es que esta situación no me la esperaba, me dejas descolocada. Tengo una cita médica desde hace meses que no puedo anular porque tardarían bastante tiempo en dármela de nuevo. He avisado con semanas de antelación, y he dejado todas mis tareas terminadas. Siento mucho si esto te ocasiona algún problema esta tarde pero no puedo faltar a mi cita. ¿Podrías pedirle a alguno de mis compañeros que te ayude hoy, o podríamos hacerlo juntos mañana?
Al ir haciendo este ejercicio en cada situación en la que realmente has sentido que habrían echo falta poner un límite, estás ensayando qué decir la próxima vez, evitando quedarte en blanco y “pillándole el truco”.
Una estrategia poner límites y mejorar tu salud mental
Imagina que un amigo tuyo se presenta sin avisar en tu casa cada vez que tiene un problema con su pareja. No llama, no avisa, se presenta en el telefonillo y además se queda hasta la madrugada
Primero céntrate el el límite concreto que quieres poner
- «Andrés, estoy encantada de la confianza que tenemos y de poder ayudarte cuando tienes problemas en casa, pero no puedes presentarte de golpe y sin avisar, como ha pasado hoy».
Después explica cómo te sientes por ello, por qué es un límite importante para ti
- «Cuando lo haces me siento mal, siento que no respetas mi espacio, mis planes o mis necesidades. Y además, como siempre que vienes hay problemas, me siento fatal por pensarlo y acabo sin decirte nada».
Ahora ponte en su lugar para que vea que le entiendes
- «Sé que lo estás pasando mal, que la situación en casa es difícil, y que aquí te sientes acogido, y eso está bien, eres mi amigo, me preocupo por ti, y te quiero».
- Y llega el momento de explicar tu límite: «pero entiende que, al aparecer sin avisar, no sabes si estoy con más gente en casa, si tengo un día difícil o estoy ocupada. Al aparecer de esa manera no estás respetando mi espacio, me pones en un compromiso, y siento que no respetas mi intimidad».
- Ahora el acuerdo. «No quiero que pienses que te dejo solo, o que no puedes venir si lo necesitas, pero ¿te parece que a partir de ahora me preguntes con algo de tiempo si estoy disponible? Y si algún día no puedo, ¿crees que podrías pensar en otras personas para darte soporte ese día?»
En otro artículo de este blog «aprender a decir no«, tienes otras estrategias para poner límites que pueden ayudarte en distintas circunstancias.:
- el banco de niebla
- el sandwich
- el aplazamiento,
- la alternativa…
Si con estas ideas te he convencido para aprender a poner limites ¡me alegro muchísimo! Será estupendo para tu salud mental y tu autoestima. Pero si crees que necesitas más, no dudes en ponerte en contacto conmigo.
Ana Saro Psicóloga en
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